#BodegasCampillo, un capricho de su propietario
En un enclave privilegiado, a los pies de la Sierra de Cantabria, se erige Bodegas Campillo, un capricho de su propietario, Julio Faustino Martínez, que atraído por el estilo de los Château franceses, encarga en 1990 el proyecto de construir la bodega al arquitecto Aurelio Ibarrondo Fragüela, con el objeto de elaborar grandes vinos de guarda en un edificio singular.
Accedemos a la bodega a través de sus viñedos. Estos se extienden, flanqueando el camino a ambos lados, en un manto alrededor del Château, con la Sierra a sus espaldas, ofreciéndonos un escenario magnífico.
Coincidiendo con su 25 aniversario, la bodega organiza un evento al que hemos sido invitados. El presagio de una gran noche comienza con el cosquilleo de las finas burbujas en nuestro paladar; han escogido el cava que elaboran para recibirnos. Elena, Roberto y Rafa serán nuestros anfitriones.
La arquitectura ha sido pensada no sólo para embelesar, sino además, para aportar la máxima funcionalidad para la actividad que en sus entrañas va a desarrollarse. Nuestra primera impresión es impactante, los materiales escogidos, el diseño empleado, la simetría de la bodega, detalles que muestran la minuciosidad con la que ha sido creada. Pero como digo, el edificio ha sido concebido para elaborar vino, proceso que define las características de esta extraordinaria construcción. Observamos como la arquitectura se pone al servicio del vino.
Recorremos las distintas salas que se disponen a ambos lados del eje central, el núcleo de la bodega, que da acceso a los distintos niveles, donde aguardan las salas de barrica, y botelleros. No sólo impresionan sus dimensiones, espacios voluminosos que albergan los toneles de roble, sino el olor característico que impera en la bodega, esos aromas inconfundibles de la madera y el vino.
Sin olvidarnos de las salas donde descansan las botellas una vez hecha la crianza, el lugar donde los vinos afinarán sus virtudes, ensamblando la madera en armonía con la fruta. El dormitorio se extiende por diversos pasillos, perfectamente identificados, almacenados a mano, como si de una biblioteca se tratara, con tantas páginas escritas, y tanto guardado, esperando el momento de contarlo.
Rafa, enólogo del Grupo Faustino, nos invita a catar, directamente, una de sus barricas, una cata atípica, en la que percibimos las notas aportadas por la madera, necesaria para aportar la estructura de un vino de guarda, que el descanso en botella antes de salir al mercado, afinará, obteniendo la complejidad, e integrando esta madera con la esencia de la variedad.
Ha llegado el momento de afinar nuestros sentidos, han decidido ponernos a prueba, una cata a ciegas, cuatro vinos de Bodegas Campillo, y el placer de disfrutar de las vistas hacia el viñedo, un juego antes de la cena.
¡Hemos pasado un gran día! Agradecer a Bodegas Campillo, Elena, Roberto y Rafa, toda vuestra atención, la cercanía que nos habéis ofrecido, nos habéis contagiado con la ilusión de vuestro trabajo.
Sin duda, una bodega que esconde secretos que cada uno debe descubrir.
Sin olvidarme de Paloma y Paula, de Serena Comunicación, por toda vuestra atención, gracias!